Recientemente el gobierno mexicano ha decretado el implemento de aranceles de hasta un 35% a los productos textiles provenientes de países extranjeros; a pesar de que la medida no está dirigida a ningún país en concreto, el principal afectado sería el comercio chino, el cuál representa una tercera parte de las importaciones textiles en México.
Con esta medida, se busca proteger a la industria nacional de la competencia desleal principalmente, en torno a dicha acción se ha generado un intenso debate entre empresarios, economistas y consumidores. Si bien la intención parece legítima, su impacto podría tener consecuencias ambiguas para el país.
El problema de la competencia desleal.
La industria textil mexicana enfrenta desafíos importantes debido a la importación masiva de productos textiles extranjeros principalmente chinos, los cuáles suelen tener precios significativamente más bajos en comparación con lo producido nacionalmente. Esto se debe, en parte, a las prácticas de dumping y a los bajos costos de producción en China, facilitados por subsidios gubernamentales, salarios reducidos, entre otros factores.
En este contexto, los aranceles podrían ser una herramienta para nivelar el campo de juego y evitar el cierre de empresas nacionales incapaces de competir con el gigante asiático.
Protección al empleo y la economía local.
El sector textil mexicano es una fuente importante de empleo, con la imposición de aranceles se podría evitar la pérdida de empleos, incentivar el consumo de productos nacionales y fomentar la inversión en infraestructura y tecnología local. A largo plazo, esta medida podría revitalizar la industria y contribuir al desarrollo económico del país.
¿Un arma de doble filo?
Sin embargo, los aranceles también tienen un costo. En un mercado globalizado, las medidas de protección a la economía interna, pueden resultar en represalias comerciales de otros países, afectando en este caso directamente a las exportaciones mexicanas.
Además, los consumidores enfrentarían un aumento en los precios de los productos textiles, ya que las opciones económicas importadas se volverían menos accesibles. Esto podría impactar especialmente a las familias de menores ingresos, quienes dependen de productos a precios asequibles.
Por otro lado, la industria nacional también enfrenta problemas internos que no se solucionan con aranceles, como la falta de innovación, capacitación laboral y modernización tecnológica.
Sin un plan integral que ataque estas debilidades, los aranceles podrían terminar siendo un parche temporal que no resuelve los problemas de fondo.
El impacto en la sostenibilidad.
Desde una perspectiva ambiental, el cobro de aranceles podría tener un efecto positivo al incentivar el consumo de productos locales y reducir la huella de carbono asociada al transporte de mercancías. Sin embargo, es crucial que las empresas mexicanas adopten prácticas sostenibles en sus procesos de producción, ya que el crecimiento de la industria no debe darse a costa del medio ambiente.
En conclusión el cobro de aranceles a los productos textiles de origen extranjero es una medida con buenas intenciones, pero con riesgos significativos si no se implementa en el marco de una estrategia más amplia. Es necesario que el gobierno mexicano acompañe esta propuesta con políticas de fortalecimiento para la industria nacional, incluyendo incentivos a la innovación, programas de capacitación y normativas ambientales estrictas. Solo así se podrá lograr un equilibrio entre la protección del mercado local, el bienestar de los consumidores y el desarrollo sostenible de la industria a largo plazo
Artículo de:
Ivón Hernández